miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sobre el diario

Percibo como una aberrante mezcla de vergüenza y satisfacción configuran mi estado anímico mientras escribo estas líneas. Nunca habría imaginado que haría un diario, si es que se le puede llamar así: parece más bien un ejercicio de pretenciosidad destinado a demostrar una apabullante colección de palabras que por muy diferentes que parezcan no dejan de transmitir lo mismo. Sin embargo, una especie de orgullo pedante se enciende en mi interior, casi forzándome a teclear letra tras letra. A quién voy a engañar si no es a mí mismo. Esto me gusta. Me gusta escribir. Me gusta elaborar frases complejas en la medida de lo posible, aunque ello conlleve una parcial o total pérdida de sentido. En realidad, no es tan deleznable como parece. No pretendo compartir esto con nadie, así que ¿Qué más da lo que diga? ¿Qué más da cuán arrogante sea? Es más, el hecho de ocultar estos textos transforma la arrogancia que expresan en humildad. Nadie apreciará la calidad de mi escritura por el simple hecho de que no leerán nada de esto. Ahí reside mi modestia.

Escribir un diario. Es probable que usted, estimado lector, ni lo haya considerado. Menuda estupidez, ¿no? Hablar a un procesador de textos. Irrisorio... ¡Un momento! No tan deprisa. Párese a pensar. Enjuicie sus palabras. Eso es. No es tan ridículo como aparenta a primera vista. Analícelo fríamente. En realidad, ¿qué mal hay? El diario es el amigo a quien puede contarle absolutamente todo. Sí, todo. Sin nada de qué avergonzarse. No, absolutamente nada. Sin el miedo, el terror, a ser juzgado. El diario transforma los problemas más graves en absurdas nimiedades. No hay disgusto que se resista al poder de amenizar inherente al papel (o a la pantalla). Y es que la trascendencia de cualquier asunto, una vez escrito, sufre una notable debilitación. 

Ahí no acaba la cosa. ¿Le gusta escribir? A mí sí. El diario es una buena excusa para escribir sobre algo. Diseñar la trama de una novela o imaginar los mil posibles desenlaces de una narración ¿Para qué? ¡Si ya tengo mi propia narración! Se llama “el día a día”. Siempre ocurre algo que merezca ser contado. No necesariamente un hecho. Una reflexión, una idea… todo es válido. ¡Todo sirve! ¿No es increíble? Escribir lo que uno desea. Inestimable.

Un método terapéutico que aligera la carga que nuestras cansadas espaldas deben asumir. Una puerta a la libertad de expresión. La llave de la creatividad, en sus afortunadas manos. El diario.



0 comentarios:

Publicar un comentario