miércoles, 20 de enero de 2016

He perdido

He perdido el control de mi cuerpo. Me tiemblan las manos. Mis sentidos no están en su mejor momento. Cómo definirlo. Estoy alterado. Algo así. No alcanzo a concebir explicación alguna. Será la birra de antes. O el cigarrillo de hace un rato. No lo sé. Quizás es que la racionalidad y yo hemos decidido recorrer caminos distintos. Aunque yo no recuerdo haber tomado ningún tipo de decisión. Confundo emociones con pensamientos y pensamientos con emociones. He olvidado como desenvolverme en entornos sociales. Deseo estar solo. Deseo estar en compañía. Ya ni sé qué quiero o dejo de querer.

He perdido el sentido. La razón, el porqué de mi existencia, mis metas, y mis objetivos. Cada uno de mis movimientos me imbuye un ápice de desesperación, derivado del perecimiento de la motivación que pocos días antes ni hubiese cuestionado. No es que no sepa qué quiero o dejo de querer. Es que no hay nada que quiera. Nada atrae mi voluntad. Toda actividad que llevo a término se limita a cumplir lo que esa racionalidad que una vez tuve hubiese sugerido. Camino por cumplir. Sonrío por cumplir. Hablo, escribo, estudio, leo… por cumplir.

He perdido las fuerzas. Y con ellas las ganas. El ánimo. 

He perdido la energía. Y no bastará con una simple siesta.

He perdido.

He perdido.


He perdido en el juego de la vida.




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